Cooperante Hécto Núñez, junto al Grupo juvenil de investigación Arcatao, El Salvador.
Héctor, originario de Chile, es Cooperante en Género, Masculinidades y Prevención de VIH trabajando al lado del Centro Bartolomé de Las Casas en El Salvador.
¿Cuál es su formación/ experiencia de trabajo?
Un amigo me preguntó una vez, “mira que te gustaría, ¿salir con una encuesta o salir con una grabadora?”, le respondí con ¡¡una grabadora por supuesto¡¡. “Entonces estudia antropología”. Yo hago etnografía en los márgenes urbanos, me especializo en el trabajo investigativo con comunidades marginales, ya sea en el estudio sobre VIH, comercio sexual, identidades sexuales al margen, migraciones, fronteras sociales y geográficas, fronteras producidas por el capitalismo neoliberal. Antes de aventurarme a El Salvador, Centroamérica, trabajaba con algunas amigas y amigos en reducción de daños en temas de drogas y VIH, en un Chile cada día más desigual.
¿Qué te animó/ inspiró a postularte como Cooperante para Progressio?
Cuando leí la postulación para la vacante de Progressio que me envió una amiga del sur de Chile, pensé, que interesante sería salir a trabajar fuera de Chile en algo que me apasiona… la investigación. El Centro Bartolomé de Las Casas (CBC) El Salvador necesitaba a alguien que se acercaba a mi perfil de experiencia laboral y de sentido de vida, y dije: ¡¡bueno vamos a intentarlo¡¡, sin consultarlo con nadie postulé y poco a poco, entre largas entrevistas fui quedando, hasta que me confirmaron el convenio de cooperación y si de algo me recuerdo en todo ese proceso fue la pregunta “¿Qué es para ti la cooperación? Y siento que la respuesta ha ido variando con el tiempo.
¿Cuál es tu primer recuerdo al llegar al país de trabajo?
Cuando aterricé en El Salvador, Carmen Medina, la Representante de Progressio El Salvador, me esperaba a la salida del aeropuerto, el calor húmedo y las palmeras me recibían, mientras Carmen me ayudaba con mi maleta. El recorrido dejó entrever el verde profundo de El Salvador en Septiembre, nos acercamos al centro de la ciudad en sus vueltas iban apareciendo gentes, locales, bullicio de capital, mujeres cargando canastas sobre sus cabezas, chicos reunidos en esquinas, ventas callejeras, griterío citadino, cuando llegué a la casa en la Colonia San Luis, me fui a pasear por su entorno miré con temor la gran cantidad de guardias privados armados, que protegían hasta las peluquerías, atemorizaban con su mirada, tal vez ese recuerdo se fue haciendo tan presente, tan vivido que lo integré malamente en mi cotidianeidad, aún siguen ahí, dando cuenta de una violencia presente, subyacente que se nota, que se olfatea, en el miedo que rodea toda la política de seguridad privada. En esta vorágine, en el barrio, mi primera amiga fue Doña Clarita que con sus casi 70 años, se instala a vender una rica sopa de patas los domingos a medio día, aquí a las mujeres adultas se les dice “niña”, eso me pareció muy tierno e interesante, por muy adultas, jamás dejar de ser niñas, así fui conociendo a la niña Clarita que me saluda con gusto cuando paso de vez en cuando a probar su característica sopa de patas dominical.
¿Qué disfrutas/ te gusta más de tu rol?
Disfruto la ciudad por sobre todas las cosas, disfruto el bullicio del centro histórico, disfruto con las conversaciones sencillas con gentes desconocidas, disfruto de ese oasis en medio del centro que se llama Bartolomé de Las Casas, lugar de aprendizajes diversos y lugar donde he podido desarrollarme en investigaciones y acción en potenciar iniciativas, en fortalecer su labor incansable para la prevención de la violencia contra la mujer, la deconstrucción de las masculinidades hegemónicas, en la comprensión del pueblo sencillo, en el trabajo de terreno. Disfruto de ese grupo de jóvenes soñadores con los que formamos el Programa Juvenil del CBC, en la cantidad de hombres jóvenes y adultos que se capacitan en la Escuela Equinoccio, disfruto cada día en conocer y reconocer las diferencias que me alientan en tierras Cuscatleca, en el centro mismo de El Salvador.
¿Cuál ha sido el momento más emocionante hasta ahora?
Hay muchos momentos emocionantes, si por emocionante entendemos la posibilidad de ver que el trabajo que realizamos se concreta en acciones que desarrollan a las comunidades desde sus propios contextos, con especial cariño recuerdo cada cierre de las Escuelas Equinoccio, cuando se ha vivido un proceso largo de metodologías vivenciadas en cada participante, cuando se gradúan, cuando en un sencillo acto simbólico surgen palabras de profundo sentido para seguir debatiendo y trabajando francamente para eliminar la violencia contra las mujeres, niñas, niños y otros hombres, en un país que mal se caracteriza como muy violento y peligroso. Con gran entusiasmo miro las reacciones cuando presentamos el documental “Todo sobre Equinoccio” que filmamos junto a mi amiga Andrea Bilbao ex cooperante de Progressio, siento que me enorgullezco de mi labor, cuando un grupo de estudiantes de la Universidad de El Salvador, presentan públicamente los resultados de nuestra Investigación Acción Participativa que develó la violencia sexual hacia mujeres, que existe al interior de la Universidad más grande e importante del país. Me emociona sobremanera, sentarme en una sillita pequeña junta a la niña Berta mientras me cuenta sus historias de la brutal guerra civil salvadoreña que ella vivió en carne propia, mientras, arrancaban de los militares por los cerros de Arcatao al sur de Chalatenango, frontera con Honduras, su dulce voz que repasa la memoria sobreviviente de un pueblo que dignamente le hizo frente a los militares en tiempos terribles, ella misma esa niña Berta que sigue ahí cada tarde, sobreviviente, recordando sus historias.
¿Y la lección más importante?
Hacer etnografía implica adentrarse lo más posible dentro de otra cultura, otra zona y escena cultural, contextual, política, propia. Esa aventura descriptiva y laboral no es fácil, requiere de ir y venir sobre la misma textualidad de las personas, del ser humano, como eje transformador de su propia vida, y me pregunto todavía, si es uno el que viene a generar cambios importantes en la vida de las personas y mi respuesta rotunda es No, tal vez, esa fue la lección más aprendida, sabiendo eso, el trabajo que desarrollo se transforma en una interlocución constante en un aprendizaje recíproco que a veces, uno no logra darse cuenta, no logra comprender que las personas van participando, apropiándose de la metodología participativa del CBC, y así, nos van enseñando por donde seguir trabajando, investigando, provocando, marcándonos biográficamente en una relación constante para seguir aprendiendo y acompañando procesos de formación.
¿Desde que empezaste tu convenio, que es el cambio mayor que has visto?
Primero observar y registrar los cambios cuando uno trabaja con las subjetividades de las personas, en la transformación de las relaciones de género, en la comprensión de las violencias y su erradicación, en desarticular los modelos hegemónicos que permiten la inequidad en todo sentido, se torna más difuso hablar de cambios cuantitativos, pero sí aparecen luces en el horizonte. Recuerdo citas, recuerdo conversaciones, recuerdo momentos de compleja vulnerabilidad que se expresa en la confianza de vivir procesos de formación y hago hincapié en este aspecto metodológico, soy un convencido y esto gracias al aprendizaje obtenido en el CBC que los cambios verdaderos y sostenibles sólo pueden venir de la visión autocrítica de hombres y mujeres que vivencian procesos de formación continuos y constantes y no meramente talleres para cubrir números de personas impactadas por la cooperación. Esa diferencia genera cambios y esto se observan cuando un “pescador” chico del Bajo Lempa que conocí en un proceso de masculinidades cuando recién venía llegando, hoy es un líder joven en su comunidad, movilizador por la equidad y comprometido con su pueblo que cada crudo invierno se ve afectado por las subidas del Rio Lempa en Usulután, o Camilo, que junto a Linki y Wilfredo, trabajan incansables hasta conseguir que la Corte Suprema de Justicia de El Salvador tenga su área de género e integren el tema de las masculinidades, generando con esto una firma de convenio marco con la institución de Justicia de El Salvador y CBC, o cuando el Chungo que continua viviendo en una de las colonias más ocupada por las pandillas 18 y la Mara Salvatrucha 13, ha logrado sobrellevar, su propia masculinidad fuera de ese sistema apoyando a la Casa de la Juventud de Popotlán en el Municipio de Apopa, junto a las Hermanas del Ángel de la Guarda, ese Chungo que se impactó tanto con el proceso equinoccio que lo replica en su comunidad con jóvenes en situaciones de vulnerabilidad social muy fuerte.
¿Cuál es el reto más grande que se presenta en el sector/área temática en la que trabajas dentro del país donde estas trabajando?
La impunidad ante los casos de violencia en base a género y la violencia histórica en el conflicto armado, la incorporación de la educación sexual en la educación pública y privada, el seguimiento y monitoreo al cumplimiento de las leyes que protegen a las mujeres y niñas, la potenciación de la Ley de Juventud, el compromiso comunitario por excluir la violencia en las relaciones sociales, son retos de largo aliento, de incansable labor, pero sin duda, los retos se van construyendo de forma cotidiana cuando se va trabajando a la par con las personas que participan de las acciones, cada grupo, cada comunidad presenta nuevos retos, nuevos desafíos, para el desarrollo de las metodologías, para la comprensión de su propio contexto de realidad, pero es interesante mirar también como ellas y ellos también se plantean sus propios retos para colaborar con un hacer mutuo para un mundo más justo, construyendo una cultura de paz.
¿Si pudieras cambiar algo, que sería?
Cambiaría la exclusión que sufren las y los jóvenes, cambiaría la discriminación hacia las mujeres, cambiaría la misoginia y la homofobia, pero sé que eso es una labor que desde ya están realizando las comunidades en El Salvador, el aporte a esos cambios es un gran aliciente para mí, como dice la canción de Mercedes Soza, “así como todo cambia que yo cambie no es extraño”, los cambios se mueven están produciéndose, los cambios llegarán en tanto las comunidades y sus habitantes muevan energías hacia esas metas esos retos del cual somos parte y en la que nuestra participación, también implica nuestros propios cambios.
¿Qué te impacta más sobre el modelo de Cooperante de Progressio?
La posibilidad acá en El Salvador, de poder proponer. Me impacta la organización contraparte, me gusta ese modelo donde la organización que recibe la cooperación de Progressio se compromete para generar proyectos conjuntos y así impactar en la vida de las personas más vulnerables. El modelo de cooperación de Progressio se centra en las personas que se conectan con las organizaciones, el modelo de Progressio significa expandir el trabajo de las organizaciones, apoyarles con nuestra presencia y nuestros saberes para poder ser realmente trabajadores para el desarrollo, un desarrollo endógeno, un desarrollo local, un desarrollo propio en las comunidades latinoamericanas, en ese sentido me impacta la posibilidad de desarrollarme como trabajador en la organización contraparte teniendo la visión de Progressio El Salvador, en que formamos equipos técnicos y humanos capaces de dialogar para comprender cuales son nuestros aportes, cuales nuestros límites, donde nuestros esfuerzos, donde nuestras aptitudes, el modelo de cooperación de Progressio sin duda, se basa en la voluntad del cooperante por brindar un trabajo en terreno con y para la gente, el poder y el desarrollo.
¿Qué consejo daría a alguien que está pensado en postularse como Cooperante?
La cooperación para el desarrollo, desde una lógica asistencialista no tiene futuro, ya se han probado en Latinoamérica y en otras partes del mundo esas lógicas etnocentricas, y a veces cometemos grandes errores en pensar en que existe un sólo modelo de desarrollo para las comunidades, no, no es así, el desarrollo debe estar sostenido en base al sentir de la comunidad. Pensarse un cooperante de Progressio implica un fuerte grado de compromiso social, ético y político con el pueblo sencillo, y desde esos contextos, desde esas cosmovisiones, con mucho sentir y cuidado por la/el otra/o, aportar desde nuestros saberes para en conjunto ir forjando desarrollos endógenos con equidad de género y compromiso ineludible con los derechos humanos. Si piensas en la cooperación como una forma de aprendizaje, y una posibilidad de intercambiar experiencias vividas que potencien el desarrollo humano sostenible, puedes postularte sabiendo que eres muy necesaria o necesario para esta institución.
¿Dónde te imaginas que vas a estar cuando se termine tu convenio de Cooperante? ¿Y en qué maneras éste convenio de Progressio te ayudará?
Pienso que la rica experiencia que me permite ser cooperante de Progressio, me ha servido desde ya para poder poner en evidencia mis conocimientos y también mis emociones, mis compromisos férreos y mi sentido de vida, sin duda, que en cualquier lugar del mundo donde me encuentre luego de esta cooperación mi sentir sobre la investigación, las ciencias sociales y la cooperación para el desarrollo, habrán tenido un salto cualitativo importante, un cambio biográfico, otra manera de mirar el mundo. Me imagino mientras, en medio de una comunidad festejando una buena Milpa, una buena cosecha, con jóvenes culminando procesos de prevención de violencia en pleno centro histórico de San Salvador, mientras las pandillas se deshacen para integrarse a la gran fiesta.
¿Hay algo más que te gustaría añadir?
Me gustaría contarte un breve relato de Santiago, 17 años, vive en el Centro de San Salvador.
“Mi primer taller fue una película, en noviembre del 2009, un cine fórum, a mi estar acá me ha servido mucho, porque mi liderazgo que había en mi que era en la calle, lo transforme para ser un líder positivo y activo para poder dirigir grupos de jóvenes. Como dicen, yo estaba ‘vacilando’ con una pandilla [grupos de pandilleros salvadoreños conocidos como Mara, existe tanto la MS-13 o Mara Salvatrucha y la 18], o sea era un “gato”, un protector de ellos.
Yo tomé el taller formal de Masculinidades,[Escuela Metodológica en Masculinidades Equinoccio] ese taller me sirvió bastante para ver lo del machismo que tenemos bastante los hombres, eso me sirvió bastante, cuando ví todo lo que habíamos hecho nosotros, el dibujo [silueta con las características del ser hombre en El Salvador] y todo lo que habíamos puesto, dije uff, ¿que somos los hombres? entonces eso me pregunté, desde ahí, he seguido teatro, participé en una “performance” de los niños de la calle, lo hicimos y lo hicimos bien.
En las Caravanas de la Vida yo al principio emocionadísimo, otros tres meses en teatro y danza, bueno danza es súper pesado, pero al final siempre me satisface por el esfuerzo físico, para tener conciencia del cuerpo de uno. Esto me va a servir, porque hay más responsabilidad, entonces estar viniendo todos los fines de semana levantarse temprano para venir, dejas de hacer otras cosas por venir, es un liderazgo interior.
Yo creo que he cambiado demasiado, por eso digo que entregué mi vida aquí, he cambiado mi vocabulario, ya no es el mismo, tampoco mi modo, es diferente yo creo que tengo un poco más de conciencia de lo que está pasando en la calle, también de conciencia que era lo que hacía, yo iba a robar, bueno a mi no me importaba sólo veía llorando a los que les quitaba sus cosas y no me importaba, en cambio ahora si, y ya no lo hago, hoy tengo un poco más conciencia de consideración a la gente.”